“Las cargas emocionales: la manipulación y el chantaje en las relaciones”
Las dificultades con las personas de nuestro entorno son algo normal y habitual en las relaciones. Cuando surgen en contextos significativos como la familia, pareja o las amistades, cobran mayor importancia y pueden aumentar considerablemente el estrés e insatisfacción en nuestras vidas. Nuestro mundo emocional juega un papel importante en su solución. En esos momentos, salen a flote diversas emociones, habilidades o recursos, que nos pueden ayudar o entorpecer la comunicación. Uno de los obstáculos que complica el entendimiento es la manipulación emocional. Con ella, de forma inconsciente o voluntaria, se exige a otra persona que actúe según los propios deseos o necesidades, empleando los sentimientos como herramienta.
La manipulación puede concebirse como un juego de dominación, una lucha de poder dentro de una relación, basada en sentimientos de temor, obligación y culpa, que sigue las siguientes pautas:
- Exigencia: Se desea obtener algo de alguien. Se dice de forma explícita o no. Puede que se crea que la otra persona lo debería adivinar.
- Resistencia: La persona a la que va dirigida la exigencia se resiste porque no le gusta la idea, no le va, no puede, etc. Por tanto, no es atendida del modo que le gustaría o simplemente no es atendida.
- Presión: Al no soportar la negativa, ni querer comprender sus motivos, el/la chantajista comienza e ejercer presión y emplear diversas estrategias para obtener lo que desea.
- Amenazas: Si aún así continúa la negativa, puede pasar a un nivel de amenaza… “si no haces o accedes a lo que digo, entonces…”
- Obediencia: El/la chantajista consigue lo que quería, reforzando así el “juego relacional” con la persona implicada y sus estrategias relacionales.
En resumen, quien ejerce chantaje emocional presenta dificultades para realizar peticiones de modo claro y directo, aunque también para aceptar y respetar un NO por respuesta y para solventar dichas dificultades puede emplear:
- El castigo: cuando se da a entender a la otra parte que recibirá consecuencias negativas si no realiza lo que deseamos (“si no vienes conmigo, quizás conozca a alguien mejor”)
- El autocastigo: la amenza consiste en dañarse a un@ mism@ para provocar sentimientos de culpa y así moverlo/a hacia lo que deseamos (“Si tú no me quieres, la vida no tiene sentido para mi”).
- El silencio: supone un modo de mostrar enfado cuando no realizan aquello que deseamos, con la intención de que cedan para mejorar el clima de la relación.
- El victimismo: implica mostrarse como débil promoviendo sentimientos de lástima y culpa para conseguir nuestro objetivo. (“No me encuentro muy bien, no soporto estar sólo/a”).
- La culpa: para provocarla se emplean los reproches o las críticas hacia la otra persona de modo que así corrija su actitud o comportamiento (“Yo lo hago todo por ti y tú por mi no haces nada”).
- Las promesas: se ofrecen promesas maravillosas, poco realistas, que rara vez se acaban cumpliendo (“Si me das una oportunidad, te prometo que cambiaré y seremos de nuevo felices”).
- Dar para recibir: se ofrecen ayudas o favores como un modo de atar a la otra persona y favorecer su sumisión.
¿CÓMO ALIGERAR LA CARGA? SALIR DEL JUEGO
Una buena forma de detectar un mensaje manipulador, la podemos encontrar atendiendo a nuestros propios sentimientos. Por norma en dichas circunstancias nos encontramos ante un callejón sin salida:”si hacemos lo que el/la otro/a nos exige, renunciamos a lo que deseamos o necesitamos y si no lo hacemos padeceremos las consecuencias…”. Debemos tener claro que una petición implica otorgar libertad para elegir entre satisfacer o no la solicitud y que exigir no proporciona alternativas.
Para salir del juego se hace necesario aprender a gestionar de modo inteligente nuestras emociones básicas, fomentando el desarrollo de una serie de capacidades:
- Autoconocimiento: saber cuáles son nuestros puntos positivos y nuestras debilidades. Ante un mensaje manipulador puede ser necesario cuestionar la imagen que pretenden asignarnos (egoísta, ingrato, poco valioso, etc…) y establecer unos límites entre nuestro “yo” y “el yo” que pretende atribuirnos.
- Autocontrol: no dejarse arrastrar irreflexivamente por los primeros impulsos.
- Empatía: tener en cuenta a lxs demás, ponerse en su lugar de modo que comprendamos sus sentimientos, pensamientos, emociones. Una actitud de respeto y aceptación ante sus necesidades emocionales aunque no coincidan con las nuestras.
- Gestión social: utilizar recursos de comunicación y colaboración con lxs demás. Un buen modo de desmontar las trampas manipuladoras es hacer explícito el juego. Resulta útil poner en palabras todo aquello que se está expresando de manera indirecta, o a través de mensajes vagos, confusos y contradictorios. Es crucial una comunicación clara y honesta que permita aclarar las situaciones ambiguas. El juego de manipulación deja de tener poder cuando se reconoce como tal. Aludir a los propios sentimientos o sensaciones resulta mucho más eficaz que emplear un tono acusador, que suele generar más barreras y reacciones defensivas en vez de mayor comprensión. Por ejemplo: “Me siento dividido. Por una parte, me dices que no hace falta que te ayude, pero, por otra, siento que si no lo hago puedes enfadarte”. Aunque, si valoramos que esto no es posible o va a empeorar la situación, es más prudente mantener una actitud de indiferencia, indicando siempre que respetamos “su opinión”.
“La persona más poderosa es aquella que es dueña de sí misma” (Séneca)
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